El hipopótamo que llevaba tanga
Hugo era un hipopótamo que destacaba del resto. A diferencia de otros hipopótamos que preferían pasar sus días en el agua o comer pasto, a Hugo le encantaba explorar la selva y descubrir cosas nuevas. Pero había algo más que lo diferenciaba de los demás animales: su peculiar forma de vestir.
Un día, mientras inspeccionaba la selva, Hugo encontró un tanga brillante y colorido en el suelo. En lugar de ignorarlo o dejarlo allí, se lo probó y se sintió muy cómodo con él puesto. Así que decidió que sería su nuevo look.
Cuando los demás animales lo vieron con su nueva adquisición, no podían parar de reírse. Para ellos, ver a un hipopótamo con un tanga era algo totalmente inusual y ridículo. Pero a Hugo no le importaba lo que los demás pensaran de él. Estaba seguro de sí mismo y disfrutaba de su nuevo tanga.
Con el tiempo, los demás animales se acostumbraron a ver a Hugo con su tanga, y algunos incluso comenzaron a admirar su valentía por ser diferente y llevar algo que no se consideraba normal para un hipopótamo. Para Hugo, su tanga era una forma de expresarse y mostrar su personalidad única.
Un día, mientras jugaba en el río con sus amigos, el tanga se atascó en una rama y se rompió. Hugo se sintió muy triste. Había proyectado su felicidad en tener el tanga. Ahora que se había quedado sin él, observaba sus pensamientos y se dio cuenta que estos le provocaban una emoción, la tristeza.
Pero, para su sorpresa, sus amigos lo animaron a salir de ese estado. Le dijeron que no importaba lo que llevara puesto, ellos lo querían por quien era, no por su forma de vestir; y lo más importante, que la alegría no la daba un tanga; sino que la alegría la somos y la podemos poner en aquello que hacemos; por lo tanto, podían seguir divirtiéndose. Justamente en los momentos en que los pensamientos de tristeza nos invaden, poner alegría, es lo que no hace crecer.
Desde ese día, Hugo fue entrenándose y fue aprendiendo a soltar. Nada podía cuestionar la felicidad. Había acaecido una circunstancia, y a él le correspondía seguir disfrutando con sus amigos dando lo mejor. Además aprendió que lo que importa es ser auténtico y fiel a uno mismo, y que sus verdaderos amigos lo amarían independientemente de lo que llevase puesto.
Una mañana, al salir Hugo de casa, se encontró un paquete en su puerta, con una nota que decía -de tus amigos- lo abrió y era un chulísimo tanga brillante y colorido. Cuando levantó su mirada, ahí estaban todos sus amigos esperándolo con un tanga y una amplia sonrisa.
Pero no todos los animales pensaban de la misma manera y algunos incluso seguían burlándose de Hugo y su tanga. A pesar de todo, Hugo se mantuvo firme en su decisión de ser él mismo, y nunca se dejó influir por los demás. Su determinación y naturalidad provocó un cambió en los niñ@s que se burlaban.
Muchos también se compraron un tanga, otros no, pero ya no sentían rechazo. Cuando eres tú mismo, invitas a los otros a que sean ellos mismos.
Con el tiempo, Hugo se convirtió en un ejemplo para muchos de los animales de la selva, . El tanga de Hugo ya no era algo extraño o inusual, era una forma original de vestir. Y así, Hugo continuó explorando la selva luciendo su mejor aspecto y sintiéndose seguro de sí mismo y feliz. Y todos los animales aprendieron la valiosa lección de aceptar y amar a los demás por quienes son, no por su apariencia.
¡Felices sueños pequeñ@s soñadores!