Noah se olvidó de jugar
Noah era un niño alegre, divertido, aventurero, inquieto y muy curioso. Le encantaba ir con sus amigos y juntos, ser unos grandes exploradores. Se habían construido una cabaña en un árbol; un lugar de encuentro de muchos fines de semana y sobre todo en las vacaciones, que llevaban sus sacos de dormir y pasaban allí muchas noches.
En casa de Noah, la hora de cenar era un momento mágico de encuentro familiar. Degustaban la exquisita comida que sus padres, Ignacio y Coaner, preparaban y así compartían cómo se sentían y las experiencias que habían vivido durante el día. ¡Momentos muy íntimos que eran un verdadero tesoro!
De pronto, hubo un cambio muy repentino en la actitud de Noah. Hacía poco que había celebrado su cumpleaños y sus padres le habían regalado un móvil.
Ignacio y Coaner contemplaban a su hijo y veían que cenaba rápido, sin apenas levantar la mirada, lo veían triste, apagado. Cuando sus amigos le llamaban para jugar, siempre les decía que estaba ocupado. Antes, no tardaba ni un segundo en dar un abrazo a sus padres y salir por la puerta como un cohete, ya que le esperaban sus amigos para explorar todo lo que les rodeaba, y por supuesto para ir a su espectacular cabaña.
Un día, sus padres decidieron hablar con él. Con una mirada llena de amor, le preguntaron:
- "Noah, te vemos triste y no quieres salir con tus amigos, algo que siempre te ha apasionado. Sabes que estamos a tu lado, si quieres, juntos podemos descubrir lo que está pasando."
Esta calidez con la que sus padres acogieron el comportamiento de Noah, fue fundamental para animar a su hijo a que expresara qué le estaba ocurriendo, sin sentirse juzgado, sin miedo a ninguna reacción.
Noah, mientras miraba a sus padres, estuvo unos momentos en silencio y les dijo:
– "No sé qué me está pasando, veo que no puedo dejar de estar con el móvil, hay algo que me insiste en que lo mire una y otra vez, y me paso las horas embobado mirándolo. Pero ahora me estoy dando cuenta, que cuando acabo de mirarlo me siento vacío, hay algo en mí que no se sacia y me pide que esté más y más con el móvil. Me siento triste, no he podido parar, ahora veo que ¡me olvidé de jugar!"
Coaner e Ignacio con un amor incondicional, le dieron un fuerte abrazo y le dijeron: -¡Maravilloso que tú mismo lo hayas visto, es genial Noahl! ¡La Vida es un aprendizaje constante, y darnos cuenta es lo que nos hace crecer! El móvil no es ni bueno ni malo, solo que hemos de ser conscientes de lo que capta nuestra atención y poder decir, ¡ahora se acabó!, me voy a jugar, a comer, a leer, saltar, bailar, pintar, escribir, explorar con mis amigos entre muchas otras actividades. Observar lo que sentimos, darnos cuenta cuando nos apagamos, ¡eso es un regalo! Recuerda que la Vida siempre te invita a Vivir.
Lo que ayudó a Noah fue la mirada cálida y amorosa de sus padres y sentir que estaban a su lado. Ahí recuperó su poder interior que le invitó a darse cuenta de la situación que lo tenía atrapado y poder salir de ella. ¡Un gran aprendizaje!
Después de que los tres juntos se abrazaran, Noah se dio la vuelta y vio que justo en la puerta de salir a la calle, le esperaba su mochila de explorador junto con sus chirucas, con una pancarta que decía: "¡Noah! ¿vienes a la siguiente exploración de insectos con colores fosforitos?"
Los ojos de Noah volvieron a brillar. Y cuando abrió la puerta, allí estaban todos sus amigos listos para la siguiente aventura. Como os podéis imaginar, una inmensa felicidad invadía a Noah. Volvía a ser él mismo, el pequeño explorador, que había recuperado su entusiasmo, su alegría, sus ganas insaciables de explorar, jugar y compartir con sus amigos.
¡Recordad pequeños y grandes, no os olvidéis nunca de jugar!
¡Felices sueños pequeños exploradores!