Nico y la linterna espanta monstruos
Nicolás era un niño de 6 años que vivía en el séptimo piso de una finca de la calle Serrano en Madrid. Amaba los libros y en sus tiempos libres se acurrucaba en el suelo con un par de almohadas y dejaba volar su imaginación muy muy lejos.
Nico era un niño tranquilo, al que le encantaba jugar solo y pasar horas en su habitación donde tenía todos sus juguetes. Disfrutaba de cualquier actividad que se le ocurriera hacer dentro de esas cuatro paredes. Sin embargo, estaba convencido de que cuando llegaba la noche, los monstruos salían de sus escondites y se acercaban a su habitación para comérselo de un bocado.
Cada noche, cuando Nico se metía en su cama, se tapaba con las sábanas, y apretaba los ojos muy fuerte. Sentía un cosquilleo en su estómago y su mente se llenaba de horribles imágenes de criaturas aterradoras. Los ruidos nocturnos, que eran simplemente los sonidos normales de la casa, le hacían temblar de miedo.
Un día, Nico decidió que era hora de enfrentar sus miedos y dejar de vivir en la sombra del temor. Sabía que podía encontrar la valentía dentro de sí mismo para superarlos, ¡era un niño valiente!. Se levantó de la cama y encendió su pequeña linternita de noche en forma de dinosaurio. La luz tenue iluminó la habitación, disipando parte de la oscuridad que lo aterraba.
Nico se acercó al espejo de su habitación y miró su propio reflejo. Decidió que ya no quería ver a un niño asustado, sino a un niño valiente. Inspirado por su determinación, Nico comenzó a buscar formas de enfrentar sus miedos.
Primero, empezó a leer libros sobre monstruos y criaturas fantásticas. A medida que se informaba, descubrió que muchas de las criaturas que imaginaba solo existían en su imaginación. Aprendió a distinguir entre la realidad y sus temores infundados.
Después, Nico decidió hacer frente a sus miedos en su propia habitación. Observó las sombras y los objetos que, a oscuras, parecían monstruos. Agarró su linternita espanta monstruos y comenzó a iluminar cada rincón de su habitación. A medida que la luz desvanecía las sombras, Nico se dio cuenta de que los monstruos solo vivían en su imaginación.
A medida que pasaban las noches, Nico adquirió más confianza en sí mismo. Aprendió a controlar su mente y a no dejar que sus temores lo dominaran. Descubrió que era más fuerte de lo que creía y que podía superar cualquier obstáculo.
Una noche, Nico apagó la lámpara de noche y se acostó en la cama, sin miedo. Miró al techo oscuro y sonrió, sintiéndose en paz. Había conquistado sus miedos y se sentía libre. Su linterna espanta monstruos en forma de dinosaurio le miró y le guiñó el ojo, sabía que a partir de ahora tenía una nueva función: iba a acompañarle en sus aventuras nocturnas o al baño de noche para iluminarle el camino, pero ya no tendría que espantar más monstruos ¡de eso se encargaba Nico! ¡Dulces sueños pequeños soñadores!
¡Dulces sueños pequeños soñadores!