Había una vez un elefante llamado Ernesto que vivía en el Amazonas. Ernesto era un elefante muy especial, pero había un pequeño inconveniente: no encontraba su lugar.
Cada día, Ernesto observaba a los demás animales en la selva y se preguntaba cómo sería ser como ellos. Veía a los monos brincando de árbol en árbol y pensaba: "¡Qué maravilloso sería trepar y saltar como ellos!". Observaba a las ágiles cebras corriendo por la pradera y suspiraba: "¡Oh, cómo desearía tener su velocidad y elegancia!". Ernesto se sentía angustiado y confundido. No sabía cómo encajaba él en el Amazonas. Hasta que un día, mientras caminaba por el río, conoció a un sabio búho llamado Olaf.
Olaf se dio cuenta de la tristeza de Ernesto y decidió ayudarlo. Le dijo: "-Querido Ernesto, no necesitas ser como los demás animales para ser especial. Nuestra mente nos hace creer que si fuésemos diferentes nos sentiríamos mejor; y no es así. Tú eres un elefante, una criatura majestuosa, poderosa y con muy buena memoria. ¿Has contemplado la presencia y la fuerza que llevas contigo?".
Ernesto levantó su enorme trompa y la movió con asombro. Nunca se había dado cuenta de lo increíble que era. El búho continuó: "-Eres capaz de levantar troncos con facilidad, de proteger a otros animales con tu tamaño imponente y de mostrar una ternura inigualable con tus amigables ojos".
Ernesto comenzó a comprender que no necesitaba ser como los demás animales para ser valioso. Se dio cuenta de que cada uno tenía su propio lugar y su propósito en el Amazonas. Desde ese día, Ernesto se enamoró de ser elefante.
Con su nueva perspectiva, Ernesto se convirtió en un líder en el Amazonas. Ayudaba a los animales más pequeños a alcanzar frutas en lo alto de los árboles y los protegía de los peligros, ¡además de ser agenda de muchos animales!, debido a su gran memoria. Su bondad y fortaleza se ganaron el respeto y la admiración de todos.
Y así, el elefante Ernesto aprendió que no importaba lo que no supiera o no pudiera hacer. Lo esencial era ser fiel a sí mismo y apreciar sus propias cualidades únicas. Ernesto descubrió que, en su diferencia radicaba su verdadera grandeza.
Y desde aquel día, Ernesto vivió feliz y en armonía, sabiendo que ser un elefante era lo más maravilloso que podía ser. ¡La vida lo había elegido así!. Y todos los demás animales de el Amazonas aprendieron una valiosa lección: cada uno de ellos era único, especial y valioso por lo que era, sin importar cómo fuera.
¡Dulces sueños pequeñ@s soñadores!