Cuando tu hijo cree en ti
Tomás nunca había sido un hombre de grandes logros. No tenía premios en su repisa ni diplomas en la pared, pero tenía algo mucho más valioso: a su hijo, Nico.
Nico lo veía como el hombre más fuerte del mundo. “Papá lo puede todo”, decía con seguridad. Cuando el balón quedaba atrapado en un árbol, papá lo rescataba. Cuando la bicicleta se rompía, papá la arreglaba. Y cuando la oscuridad llenaba su cuarto, papá ahuyentaba los miedos con una linterna y una historia divertida.
Pero un día, Tomás perdió su trabajo. Se sintió pequeño, como si el mundo le hubiera quitado su capa de superhéroe. “¿Qué haré ahora?”, pensó con angustia. Buscó y buscó, pero las respuestas no llegaban.
Esa noche, mientras cenaban, Tomás suspiró. Nico lo miró con sus ojos grandes y le preguntó:
—¿Qué pasa, papá?
Tomás intentó sonreír, pero solo pudo decir:
—A veces las cosas no salen como queremos, hijo…
Nico frunció el ceño y respondió con toda la confianza del mundo:
—¡No importa! Tú siempre encuentras la manera. Porque eres el mejor papá del mundo.
Tomás lo miró y, por primera vez en el día, sonrió de verdad. No tenía todas las respuestas, pero tenía lo más importante: el amor y la confianza de su hijo.
Esa noche, en lugar de quedarse preocupado, decidió hacer algo diferente: se acostó junto a Nico y le contó una historia. Una historia de un papá y un hijo que, juntos, podían enfrentar cualquier cosa.
—¿Y cómo termina la historia, papá? —preguntó Nico, acurrucándose bajo las sábanas.
Tomás lo miró y pensó por un momento. Luego, con una sonrisa, respondió:
—Termina con un papá que sigue adelante, porque sabe que su hijo cree en él.
Nico sonrió y cerró los ojos con confianza. Y Tomás, al verlo dormir, supo que, pase lo que pase, mientras su hijo creyera en él, nunca estaría solo.
A la mañana siguiente, Tomás se levantó con más fuerzas. Buscaría un nuevo comienzo, sin miedo, porque ahora creía en sí mismo tanto como su hijo creía en él.
¡Dulces sueños pequeños soñadores!