Como padres, queremos proteger a nuestros hijos de cualquier circunstancia, sin embargo, en la mayoría de ocasiones esa protección se convierte en súper protección, lo que impide su natural desarrollo; provocándoles inseguridad, dependencia, miedos y total desconexión de esa Vida que son. Es esencial dejar que nuestros peques experimenten, jueguen, se atrevan, aprendan, crezcan y descubran todo su potencial. Enseñémosles a confiar en la vida, siendo nosotros ejemplos de ello. Una Vida que hace que respiremos, que palpite nuestro corazón, una vida que nos sustenta y hace que todo funcione con total precisión.
Permíteles explorar, abrirse a la vida y enfrentar sus miedos. Ya sea que se trate de un nuevo deporte, un instrumento musical, una actividad extra escolar, unos campamentos… Por naturaleza en el niño surge ese impulso de curiosidad, de espontaneidad, de naturalidad. Reforcemos en todo momento eso. ¡Recordemos que la vida es una aventura constante! Alentémosles a reforzar sus habilidades y pasiones.
Nuestra mirada es transformadora, miremos a nuestros hijos desde la total inocencia y des del asombro constante. Acompañémosles y apoyémosles en cada paso del camino. Brindémosles nuestro tiempo y atención de calidad, celebremos sus éxitos y animémosles a superar los desafíos y recordándoles que sientan el poder que hay en ellos. Y, Sobre todo ¡Qué sepan que estamos con ellos!
Aprenden de lo que hacemos y no de lo que les decimos. Recordemos que somos sus modelos a seguir. Si les acompañamos des del amor, des de la confianza, desde la comprensión, desde la determinación, desde la gratitud, desde la paciencia y perseverancia; ellos aprenderán a vivir así. ¿Qué mejor regalo puedes hacerles a tus hijos?
Acompaña a tus peques a volar. Permíteles descubrir y desarrollar sus talentos y pasiones. Juntos, podemos acompañarlos y alentarlos a ser la mejor versión de sí mismos.